lunes, 2 de mayo de 2016

11 EL SURGIMIENTO DE LA TORRE DE LOS TESOROS

En ese momento, en presencia del Buda, había una torre adornada con tesoros de las siete clases, de quinientos yojanas de altura y doscientos cincuenta yojanas de ancho y de profundidad, que surgió de la tierra y quedó suspendida en el aire. Un sinfín de artículos preciosos la adornaban: tenía cinco mil barandillas, mil, diez mil recámaras, e innumerables gallardetes y estandartes como insignia. De la torre pendían festones alhajados y diez mil millones de campanillas tachonadas de gemas. Por los cuatro lados, exudaba una fragante esencia de hojas de tamala y de sándalo que envolvía el mundo entero. Sus doseles y estandartes estaban recamados de las siete clases de riquezas —oro, plata, lapislázuli, nácar, ágata, perla y cornalina— y eran tan altos que llegaban hasta los palacios de los cuatro reyes celestiales. Los seres del cielo de las treinta y tres deidades hicieron llover flores celestiales de mandarava como ofrenda a la torre de los tesoros, mientras que los demás seres celestiales, dragones, yakshas, gandharvas, asuras, garudas, kimnaras, mahoragas, seres humanos y no humanos, congregados en una asamblea de millares, decenas de miles y millones, ofrendaron a la torre toda suerte de flores, incienso, collares, gallardetes, doseles y música, para hacerle reverencia, honores y elogios.
En ese momento, desde la torre de los tesoros reverberó una voz sonora que expresó palabras de alabanza:
—¡Qué excelente, qué excelente, Honrado por el Mundo, Shakyamuni, que puedas tomar la gran sabiduría de la igualdad, una enseñanza con la cual instruir a los bodisatvas, custodiada y conservada en la memoria por los budas, el Sutra del loto de la Ley prodigiosa, y que la estés predicando en bien de la gran asamblea! ¡Es como tú dices, como tú dices! ¡Shakyamuni, Honrado por el Mundo, todo lo que has expuesto es la verdad!

Entonces, las cuatro clases de creyentes vieron la gran torre de los tesoros suspendida en el aire y oyeron la voz que salía desde su interior. Todos experimentaron la alegría de la Ley, maravillados de ese prodigio hasta entonces desconocido. Se pusieron de pie, unieron las palmas de las manos en gesto de reverencia y se apartaron a un lado.
En ese momento, un bodisatva llamado Gran Júbilo de Predicar, que comprendía las dudas que acosaban la mente de los seres humanos y celestiales, de los asuras y los demás seres del mundo, dijo al Buda:
—Honrado por el Mundo, ¿por qué razón esta torre de los tesoros ha surgido de las simas de la tierra? ¿Y por qué se oye esta voz que reverbera desde su interior?
Entonces, el Buda le dijo al bodisatva Gran Júbilo de Predicar:
—En la torre de los tesoros está el cuerpo completo de El Que Así Llega. Hace tiempo, en una tierra llamada Pureza de los Tesoros, situada a una inmensurable distancia de mil, diez mil, un millón de asamkhyas de mundos en dirección al este, vivía un buda llamado Muchos Tesoros. Cuando este Buda, originariamente, se encontraba dedicado al Camino del bodisatva, formuló un gran juramento: «Si después de haber llegado a ser un buda y pasado a la extinción, en las tierras de las diez direcciones hubiera un lugar donde se estuviera predicando el Sutra del loto, allí surgirá mi torre conmemorativa para que yo pueda escucharlo; ella aparecerá en ese lugar para testimoniar su validez y encomiar  su excelencia».
»Cuando ese Buda completó el Camino del Buda y ya se encontraba a punto de entrar en la extinción, en medio de la gran asamblea de seres humanos y de seres celestiales, dijo a los monjes: “Cuando yo haya pasado a la extinción, aquellos que deseen presentar ofrendas a mi cuerpo completo deberán erigir una gran torre”. Ese Buda, mediante sus poderes trascendentales y el poder de su juramento, aseguró que, en los mundos de las diez direcciones, allí donde hubiera seres que predicaran el Sutra del loto, en todos los casos esa torre de los tesoros surgiría y aparecería en su presencia, que en la torre estaría su cuerpo completo, y que este expresaría palabras de alabanza: “¡Qué excelente, qué excelente!”.
»Gran Júbilo de Predicar, hete aquí que esta torre de El Que Así Llega Muchos Tesoros ha surgido de la tierra porque ha escuchado predicar el Sutra del loto, y a eso se debe que haya expresado palabras de elogio diciendo: “¡Qué excelente, qué excelente!”.

En ese momento, el bodisatva Gran Júbilo de Predicar, conociendo los poderes sobrenaturales de El Que Así Llega, habló al Buda con estas palabras:
—¡Honrado por el Mundo, queremos ver el cuerpo de este Buda! El Buda respondió entonces al bodisatva Gran Júbilo de Predicar:
—Este buda Muchos Tesoros ha formulado un profundo juramento:
«Cuando mi torre de los tesoros surja en presencia de uno de los budas para escuchar el Sutra del loto, si alguien quisiera que yo mostrase mi cuerpo a las cuatro clases de creyentes, en tal caso, los diversos budas que son manifestaciones corpóreas de ese Buda y que estén predicando la Ley en los mundos de las diez direcciones deberán regresar todos y reunirse en torno a ese Buda en un solo lugar. Mi cuerpo se hará visible únicamente cuando ellos hayan hecho esto que les indico». Por eso, Gran Júbilo de Predicar, ahora convocaré a los diversos budas que son mis manifestaciones corpóreas y que predican la Ley en los mundos de las diez direcciones.
—Honrado por el Mundo, yo y los demás también deseamos ver a estos budas que son tus manifestaciones corpóreas —dijo Gran Júbilo de Predicar al Buda—, y reverenciarlos y presentarles ofrendas.
Entonces, el Buda emitió un haz de luz desde el mechón blanco [que había en su entrecejo], y de inmediato fue posible ver a los budas de la región oriental, que habitaban tierras numerosas como cinco billones de nayutas de granos de arena del río Ganges. Todas esas tierras tenían suelo de cristal, y estaban adornadas con árboles cuajados de piedras preciosas y mantos recamados de gemas. Incontables miles, decenas de miles, millones de bodisatvas poblaban estos mundos, y de cada lugar pendían cortinas alhajadas, y cada sitio estaba cubierto por redes tachonadas de joyas. Los budas de estas tierras predicaban las diversas doctrinas de la Ley con voces resonantes y maravillosas; además, podía verse, a una infinidad de miles, decenas de miles, millones de bodisatvas que colmaban cada uno de esos lugares y predicaban la Ley para la asamblea. Y lo mismo se vio en las regiones del sur, el oeste y el norte, y en los cuatro puntos cardinales intermedios, así como en el cenit y el nadir, en cada dirección adonde se proyectaba el haz de luz que emitía el Buda desde el mechón cano de su entrecejo, uno de sus rasgos característicos.
En ese momento, cada uno de los budas de las diez direcciones dijo a su multitud de bodisatvas:
—Buenos hombres, ahora debo ir al mundo saha, el lugar donde se encuentra el buda Shakyamuni, y hacer ofrendas a la torre de los tesoros de El Que Así Llega Muchos Tesoros.

Entonces, el mundo saha se convirtió de inmediato en un sitio de inmaculada pureza. Tenía el suelo de lapislázuli, y estaba adornado con árboles cuajados de piedras preciosas y las ocho carreteras quedaron delimitadas por cordeles de oro. Y ya no hubo aldeas, comarcas o ciudades, ni grandes mares o ríos, ni montañas, arroyos o bosques; el suelo se cubrió de flores de mandarava y allí se perfumó de magnífico incienso enjoyado. En lo alto se extendieron amplios cortinados y redes de joyas, de las cuales pendían campanas adornadas de gemas. Y los únicos seres que quedaron en ese sitio fueron los miembros de esta asamblea, pues todos los demás seres humanos y celestiales se desplazaron a otra región.
En ese momento, llegaron al mundo saha los budas y cada uno, acompañado de un gran bodisatva que oficiaba de asistente, se ubicó bajo un árbol enjoyado. Cada uno de esos árboles cuajados de piedras preciosas medía quinientos yojanas de altura y lucía una profusión equivalente de ramas, hojas, flores y frutos. Bajo cada uno de esos árboles alhajados había un sitial de león que medía cinco yojanas de altura, también decorado con grandes gemas. En ese instante, cada uno de los budas ascendió a uno de estos sitiales, donde se sentó con las piernas cruzadas. De esta forma, quedaron ocupados todos los sitiales en el gran sistema planetario; pero las manifestaciones corpóreas del buda Shakyamuni, aun consideradas desde uno solo de los puntos cardinales, no cesaban de llegar en forma interminable.
En ese momento, el buda Shakyamuni, deseoso de hacer espacio para todos los budas que eran sus manifestaciones corpóreas y que seguían llegando, transformó dos billones de nayutas de tierras situadas en cada una de las ocho direcciones y las convirtió en tierras puras y limpias, sin infiernos, sin espíritus hambrientos, ni animales ni asuras. Además, desplazó a otra región a todos los seres humanos y celestiales. Todas estas tierras así transformadas tenían también suelo de lapislázuli. Las adornaban árboles cuajados de piedras preciosas, todos de quinientos yojanas de altura, que lucían una profusión equivalente de ramas, hojas, flores y frutos. Bajo cada árbol había un alhajado sitial de león, de cinco yojanas de altura, ornamentado con tesoros de muy variadas clases. Y en estas tierras también dejó de haber grandes mares y ríos, y majestuosos macizos como los montes Muchilinda, las montañas Mahamuchilinda, el Macizo Circular de Hierro, el Gran Macizo Circular de Hierro o el monte Sumeru. Todo el territorio pasó a ser una única tierra de Buda, una región llana, lisa y enjoyada. Por todas partes pendían cortinas festoneadas de joyas, y estandartes y doseles.

Se quemaba magnífico incienso alhajado y las flores celestiales enjoyadas cubrían el suelo por completo.
A fin de hacer espacio a todos los budas que seguían llegando, el buda Shakyamuni una vez más transformó dos billones de nayutas de tierras en cada una de las ocho direcciones, convirtiéndolas en tierras puras y limpias, sin infiernos, sin espíritus hambrientos, ni animales ni asuras. Además, desplazó a otra región a todos los seres humanos y celestiales. Todas estas tierras así transformadas tenían asimismo suelo de lapislázuli. Adornaban las tierras, árboles cuajados de piedras preciosas, todos de quinientos yojanas de altura, que lucían una profusión equivalente de ramas, hojas, flores y frutos. Bajo cada árbol había un alhajado sitial de león, de cinco yojanas de altura, ornamentado con inmensas gemas. Y tampoco en estas tierras quedaron grandes mares y ríos, y majestuosos macizos como los montes Muchilinda, las montañas Mahamuchilinda, el Macizo Circular de Hierro, el Gran Macizo Circular de Hierro o el monte Sumeru; todo el territorio pasó a ser una única tierra de Buda, una región llana, lisa y enjoyada. Por todas partes pendían cortinas festoneadas de joyas, y estandartes y doseles. Se quemaba magnífico incienso alhajado y las flores celestiales enjoyadas cubrían el suelo por completo.
En ese momento, se congregaron las manifestaciones corpóreas del buda Shakyamuni procedentes de la región oriental, budas situados en tierras equivalentes a los granos de arena de mil billones de nayutas de ríos Ganges, todos y cada uno de los cuales predicaban la Ley. Poco a poco, los budas de las diez direcciones fueron llegando y reuniéndose de ese modo, y sentándose en los ocho puntos cardinales. En ese momento, cada una de las direcciones se llenó de budas, Los Que Así Llegan, en cuatro billones de nayutas de tierras.
En ese momento, cada uno de los budas, todos sentados en sus sitiales de león bajo un árbol enjoyado, despacharon a sus asistentes para que fuesen a saludar al buda Shakyamuni. Cada buda dio a su asistente un puñado de flores alhajadas y le dijo:
—Buen hombre, debes ir al monte Gridhrakuta, el sitio donde se encuentra el buda Shakyamuni, y transmitirle lo que yo te indique. Le dirás: «¿Son pocas tus enfermedades y pocas tus preocupaciones? ¿Te encuentras bien y dichoso, en espíritu y vigor? ¿Y los bodisatvas y los que escuchan la voz se sienten bien y están en paz?». Entonces, tomarás estas flores alhajadas y las esparcirás sobre el Buda como ofrenda, y le dirás:

«El Buda Tal y Tal quisiera participar en la apertura de esta torre de los tesoros».
De este modo, todos los budas despacharon a sus asistentes. En ese momento, el buda Shakyamuni vio reunidos a los budas que eran sus manifestaciones corpóreas, cada uno sentado en su sitial de león, y oyó expresar a todos ellos que querían participar en la apertura de la torre de los tesoros. De inmediato, se puso de pie y quedó suspendido en el aire. Las cuatro clases de creyentes también se incorporaron, unieron las palmas de sus manos y contemplaron al Buda con un único pensamiento.
Entonces, con los dedos de su mano derecha, el buda Shakyamuni abrió la puerta de la torre de los siete tesoros. Se escuchó un potente sonido que provenía del interior, como si quitaran la tranca y los cerrojos a los inmensos portales de una ciudad, y al instante todos los integrantes de la asamblea pudieron vislumbrar a El Que Así Llega Muchos Tesoros, sentado en un sitial de león dentro de la torre, con su cuerpo íntegro y sin defectos, en posición de estar meditando. Y lo oyeron proclamar:
—¡Qué excelente, qué excelente, buda Shakyamuni! Has predicado este Sutra del loto con brío y coraje. Para poder escucharlo, he venido hasta aquí.
En ese momento, al ver que hablaba así ese Buda que había pasado a la extinción inconmensurables miles, decenas de miles, millones de kalpas atrás, las cuatro clases de creyentes se admiraron de algo que nunca habían conocido hasta entonces, y tomaron la infinidad de flores celestiales alhajadas y las esparcieron sobre el buda Muchos Tesoros y sobre el buda Shakyamuni.
En ese momento, el buda Muchos Tesoros ofreció la mitad de su asiento en la torre de los tesoros al buda Shakyamuni diciéndole:
—¡Buda Shakyamuni, siéntate aquí!
De inmediato, el buda Shakyamuni entró en la torre y ocupó la mitad del asiento, en el cual se sentó con las piernas cruzadas.
En ese momento, los miembros de la gran asamblea vieron a dos Los Que Así Llegan, sentados con las piernas cruzadas sobre el sitial de león en la torre de los siete tesoros, y pensaron: «¡Estos budas están sentados muy alto y muy lejos! ¡Ah, si Los Que Así Llegan emplearan sus poderes trascendentales para permitirnos a todos unirnos a ellos, allá en el aire!».
Inmediatamente, el buda Shakyamuni usó sus poderes trascendentales para levantar y suspender en el aire a todos los miembros de la gran asamblea.
Y con voz resonante se dirigió a las cuatro clases de creyentes exclamando:
—¿Quién es capaz de predicar ampliamente el Sutra del loto de la Ley prodigiosa en este mundo saha? Este es el momento de hacerlo, pues El Que Así Llega no tardará en entrar en el nirvana. El Buda desea con- fiar este Sutra del loto de la Ley prodigiosa a alguien, para que pueda ser preservado.

En ese momento, el Honrado por el Mundo, deseoso de manifestar su intención una vez más, habló en verso y dijo:

—Este venerable señor, este Honrado por el Mundo,
aunque ha pasado a la extinción largo tiempo atrás,
sigue sentándose en la torre de los tesoros
y viniendo aquí en pro de la Ley.
Vosotros, ¿por qué no os esforzáis también
en bien de la Ley?
Este Buda pasó a la extinción
hace incontable número de kalpas,
pero acude a muchos lugares para escuchar la Ley
porque sabe que estas oportunidades son muy extraordinarias.
Este Buda originariamente formuló un juramento:
«¡Cuando yo haya entrado en la extinción,
a dondequiera que vaya y dondequiera que esté,
escuchar la Ley será mi propósito constante!».
Además, han acudido estas manifestaciones corpóreas de mi
cuerpo,
budas en cantidad incalculable
como los granos de arena del Ganges
con el deseo de escuchar esta Ley.
Por eso, ahora pueden ver a El Que Así Llega Muchos Tesoros,
aunque ya haya pasado a la extinción.
Cada una de ellas [mis manifestaciones corpóreas] ha abandonado
su tierra maravillosa
y también a su hueste de discípulos,
seres celestiales y humanos, dragones,
y todas las ofrendas que le daban,
y han llegado a este sitio con un propósito,
para cerciorarse de que la Ley perdure largo tiempo.

Para dar asiento a estos budas
he recurrido a mis poderes trascendentales,
moviendo a incalculables  multitudes,
transformando las tierras para que sean limpias y puras,
conduciendo a cada uno de estos budas
hasta el pie de un árbol enjoyado
adornado del mismo modo que las flores de loto
engalanarían un estanque límpido y  fresco.
Bajo estos árboles alhajados
hay sitiales de león,
donde se sientan los budas
para engalanarlos con su brillo,
así como una gigantesca tea ardiente
alumbra la oscuridad de la noche.
Sus cuerpos exudan un bello aroma a incienso
que impregna las tierras de las diez direcciones.
Así, los seres, envueltos en su fragancia,
no pueden contener su alborozo,
como si un gran vendaval
sacudiera las ramas de los arbustos.
Mediante este medio hábil
ellos se aseguran de que la Ley perdure mucho tiempo.
Entonces, digo a la gran asamblea:
“Cuando yo haya entrado en la extinción,
¿quién de vosotros podrá aceptar y mantener,
leer y recitar este sutra?
¡Que ahora, en presencia del Buda,
esa persona dé un paso adelante y pronuncie su juramento!”.
Este buda Muchos Tesoros,
aun cuando ha pasado a la extinción hace mucho tiempo,
brama con el rugido de un león
a causa de su poderoso juramento.
El Que Así Llega Muchos Tesoros, yo mismo
y estas manifestaciones corpóreas del Buda que se han congregado
aquí
seguramente sabemos que este es nuestro propósito.
¿Quién de vosotros, hijos del Buda,
podrá proteger la Ley?

¡Que esa persona formule un gran juramento
para asegurarse de que perdure largo tiempo!
El que es capaz de proteger
la Ley de este sutra,
a través de esta acción nos habrá entregado ofrendas
a mí y a Muchos Tesoros.
Este buda Muchos Tesoros,
que habita en su torre de los tesoros,
en nombre de este sutra
viaja constantemente por las diez  direcciones.
El que protege este sutra habrá hecho dádivas
a las manifestaciones corpóreas del Buda que han venido aquí
para adornar y dar brillo
a los diversos mundos.
Si uno predica este sutra,
podrá verme a mí,
y a El Que Así Llega Muchos Tesoros
y a estos budas que son manifestaciones corpóreas.
¡Todos y cada uno de vosotros,
buenos hombres, debéis pensar cuidadosamente!
Esta es una difícil cuestión;
es apropiado que hagáis un gran juramento.
Los demás sutras son
numerosos como los granos de arena del Ganges
pero aunque los expusierais a todos,
esto no merecería ser considerado una dificultad.
Tampoco sería difícil
tomar el monte Sumeru
y arrojarlo a lo lejos,
hacia las inconmensurables tierras de Buda.
Si, con un dedo del pie,
pudierais mover el gran sistema planetario
y lanzarlo de un puntapié a otras tierras lejanas,
tampoco eso sería algo difícil.
Si os posarais en el cielo de la Cumbre del Ser
y en bien de la asamblea
predicarais infinidad de otros sutras,
tampoco eso merecería ser visto como una dificultad.

¡Pero sí será difícil, indudablemente,
predicar este sutra en la época de maldad,
después de que el Buda haya entrado
en la extinción!
No sería difícil, tampoco,
que alguien aferrara
el cielo vacío en su mano
y con él se paseara en derredor.
Mas si alguien, después de que yo haya entrado en la extinción,
escribiera el texto de este sutra y lo adoptara
e hiciera que otros también lo escribiesen,
¡eso sí sería realmente difícil!
Si uno tomara la tierra gigantesca
y la pusiera sobre una uña del pie,
y con ella ascendiera hasta el cielo de Brahma,
eso no representaría ninguna dificultad.
Pero si, en la época de maldad,
después de que el Buda haya entrado en la extinción,
alguien puede leer este sutra, aunque sea un poco más,
¡eso sí será realmente difícil!
Y cuando estallen los incendios, a fines del kalpa,
tampoco será difícil
cargar un fardo de heno a las espaldas
y atravesar el fuego sin quemarse.
¡Pero sí será difícil, indudablemente,
creer en este sutra
y exponerlo aunque sea a una sola persona,
después de que yo haya entrado en la extinción!
No ofrecería ninguna dificultad
—suponiendo que hubiera alguien capaz de lograrlo—
abrazar este acervo de ochenta y cuatro mil doctrinas
con las doce divisiones de los sutras
y exponerlo a otros,
hasta hacer que aquellos
que lo escuchan
adquieran los seis poderes trascendentales.
¡Pero sí será realmente difícil
poder preguntar sobre su significado

al que pueda escuchar y aceptar este sutra
después de que yo haya entrado en la extinción!
No  ofrecería dificultad
—aun cuando alguien pudiera conferir beneficios semejantes—
que expusiera la Ley
e hiciera que miles, decenas de miles, millones
e infinitas cantidades de seres vivos
numerosos como los granos de arena del Ganges
llegaran a ser arhats dotados
de los seis poderes trascendentales.
¡Pero sí será realmente difícil
honrar y adoptar
un sutra como este
después de que yo haya entrado en la extinción!
En bien del Camino del Buda,
en tierras innumerables
desde el comienzo hasta ahora,
he predicado ampliamente muchos sutras
y de todos ellos,
este sutra ocupa el primer lugar.
Si uno puede mantener este sutra,
estará manteniendo el cuerpo del Buda.
Buenos hombres, entonces digo a la gran asamblea:
Después de que yo haya pasado a la extinción,
¿quién de vosotros podrá aceptar y mantener,
leer y recitar este sutra?
¡Que ahora, en presencia del Buda,
esa persona dé un paso adelante y pronuncie su juramento!
Este sutra es difícil de mantener;
si alguien puede hacerlo, aunque sea por poco tiempo,
sin duda me hará feliz a mí
y a los demás budas.
La persona capaz de mantener este sutra
se gana la admiración de los budas.
De esto se trata el valor,
de esto se trata la diligencia.
En esto consiste observar los preceptos
y practicar el dhuta [las reglas de disciplina].

De esa manera, rápidamente
alcanzaréis el Camino insuperable del Buda.
Quien, en existencias futuras,
pueda leer y practicar este sutra,
será un auténtico hijo del Buda
y vivirá en una inmaculada tierra de bondad.
Si, después de que el Buda ha pasado a la extinción,
uno logra comprender el significado de este sutra,
se convertirá en los ojos del mundo
para los seres celestiales y humanos.
Si, en esa época temible,
uno puede predicar este sutra, aunque sea por un instante,
merecerá recibir ofrendas
de todos los seres celestiales y humanos.