lunes, 2 de mayo de 2016

16 LA DURACIÓN DE LA VIDA DE EL QUE ASÍ LLEGA

En ese momento, el Buda habló así a los bodisatvas y a toda la gran asamblea:
—Buenos hombres, debéis creer en las palabras veraces de El Que Así Llega y comprenderlas.
Y nuevamente dijo a la gran asamblea:
—Debéis creer en las palabras veraces de El Que Así Llega y comprenderlas.
Y, una vez más, repitió a la gran asamblea:
—Debéis creer en las palabras veraces de El Que Así Llega y comprenderlas.
En ese momento, los bodisatvas y la gran asamblea, liderada por Maitreya, unieron las palmas de sus manos y se dirigieron al Buda diciendo:
—Honrado por el Mundo, te suplicamos que nos expliques. Creeremos en las palabras del Buda y las aceptaremos.
Hablaron así tres veces, y luego dijeron, una vez más:
—Te suplicamos que nos expliques. Creeremos en las palabras del Buda y las aceptaremos.
En ese momento, al ver que los bodisatvas repetían su solicitud tres veces y más, el Honrado por el Mundo les dijo estas palabras:
—Debéis prestar oídos con atención y escuchar el secreto de El Que Así Llega y sus poderes trascendentales. En todos los mundos, los seres humanos y celestiales y los asuras creen que el actual buda Shakyamuni, tras abandonar el palacio de los Shakyas, se sentó en el lugar de la iluminación, no lejos de la ciudad de Gaya, donde logró la iluminación suprema y perfecta. Pero, buenos hombres, han transcurrido inmensurables, ilimitados, cientos, miles, decenas de miles, millones, nayutas de kalpas desde que yo, en verdad, logré la Budeidad.

»Supongamos que una persona toma quinientos, mil, diez mil, un millón de nayutas de asamkhyas de grandes sistemas planetarios y los reduce a polvo. Y que, después, se dirige al este, y deja caer una partícula de polvo cada vez que pasa por quinientos, mil, diez mil, un millón de nayutas de asamkhyas de mundos. Supongamos que sigue desplazándose de este modo, siempre en dirección al este, hasta dejar caer la totalidad de las partículas de polvo. Buenos hombres, ¿cuál es vuestra opinión? ¿Podría imaginarse o calcularse el número total de todos estos mundos?
El bodisatva Maitreya y los demás dijeron al Buda:
—Honrado por el Mundo, tales mundos serían inconmensurables e ilimitados… No es posible calcular su número; la mente ni siquiera tiene el poder de concebirlo. Ni todos los discípulos que escuchan la voz o los pratyekabuddhas, con su sabiduría libre de desbordamientos, podrían imaginar o entender a cuánto asciende la cifra total. Aunque habitamos en el nivel del que no se retrocede, no podemos comprender semejante cuestión. Honrado por el Mundo, esos mundos son inconmensurables e ilimitados.
En ese momento, el Buda dijo a la multitud de grandes bodisatvas:
—Buenos hombres, ahora os diré esto claramente. Supongamos que todos estos mundos, ya sea que hayan recibido una partícula de polvo o no, una vez más son pulverizados, y convengamos en que una partícula de polvo representa un kalpa. Pues bien, el tiempo que ha transcurrido desde que yo logré la Budeidad es cien, mil, diez mil, un millón de nayutas de asamkhyas de kalpas más largo todavía.
»Desde entonces, constantemente he estado en este mundo saha, predicando la Ley, enseñando y convirtiendo. Y en otras partes, he guiado y beneficiado a los seres vivos en cientos, miles, decenas de miles, millones de nayutas de asamkhyas de tierras.
»Buenos hombres, a lo largo de ese tiempo, he hablado del buda Antorcha Ardiente y de otros, y he descrito de qué manera todos ellos entraron en el nirvana. Y todo esto es algo que utilicé como medio hábil para trazar distinciones.
»Buenos hombres, si hay seres vivos que acuden a mí, yo utilizo mi ojo del Buda para observar si su fe y sus otras facultades son agudas o torpes; según su grado de receptividad a la salvación, aparezco en distintos lugares y predico en bien de ellos con distintos nombres, y describo la duración de mi vida como larga o corta. A veces, cuando aparezco, digo que estoy por entrar en el nirvana, y también recurro a diversos medios

hábiles para predicar la Ley sutil y prodigiosa, haciendo de este modo que los seres vivos despierten sentimientos de júbilo.
»Buenos hombres, El Que Así Llega observa que, entre los seres vivos, hay personas que se deleitan en las enseñanzas inferiores, de escasa virtud y abundante impureza. A esas personas, les cuento que en mi juventud abandoné el hogar y logré la iluminación suprema y perfecta. Pero, en realidad, como os he dicho, el tiempo transcurrido desde que logré la Budeidad es largo en extremo. Sencillamente, uso este medio hábil para enseñar y convertir a los seres y hacer que ingresen en el Camino del Buda. Por tal razón, hablo de ese modo.
»Buenos hombres, todas las escrituras expuestas por El Que Así Llega tienen el propósito de salvar y emancipar a los seres. A veces hablo de mí mismo; a veces, de los demás. A veces me presento a mí mismo, a veces presento a otros; en ocasiones muestro mis propias acciones, y en otras, las de otros. Pero todo lo que predico es verdadero, y nada es falso.
»¿Por qué actúo así? El Que Así Llega percibe el verdadero aspecto de los tres mundos exactamente como es. No existen la pleamar y la bajamar del nacimiento y la muerte; no hay existencia en este mundo y extinción posterior. No hay sustancia ni vacío; no hay coherencia ni discrepancia. No es lo que perciben aquellos que viven en los tres mundos. El Que Así Llega ve todas estas cosas claramente y sin error.
»Como los seres vivos poseen distintas naturalezas, diversos deseos, diferentes acciones y distintas formas de pensar y de trazar distinciones, y como yo quiero permitirles que echen buenas raíces, empleo una variedad de causas y de condiciones, semejanzas, parábolas y frases, y predico doctrinas diferentes. Nunca, ni siquiera un instante, he descuidado la tarea del Buda.
»Así pues, desde que logré la Budeidad ha transcurrido un tiempo largo en extremo. La duración de mi vida es de un incalculable número de asamkhyas de kalpas; y, durante ese tiempo, he vivido aquí en forma constante sin jamás entrar en la extinción. Buenos hombres, originariamente practiqué el Camino del bodisatva, y la duración de la vida que adquirí entonces todavía no se ha extinguido; antes bien, durará el doble de los años que han transcurrido hasta hoy. Ahora, no obstante, aunque en realidad no me extingo, anuncio que adoptaré el curso de la extinción. Este es un medio hábil que emplea El Que Así Llega para enseñar y convertir a los seres vivos.

»¿Por qué actúo así? Porque si el Buda permaneciera en el mundo largo tiempo, las personas de virtud superficial no plantarían buenas raíces; en cambio, vivirían en la pobreza y la humildad, apegadas a los cinco deseos y atrapadas en la red de las representaciones y los pensamientos ilusorios. Si vieran que El Que Así Llega está constantemente en el mundo y jamás entra en la extinción, se volverían egoístas y arrogantes, o se descuidarían y caerían en el desaliento. No comprenderían lo difícil que es encontrarse con el Buda, ni se le acercarían con actitud respetuosa y reverente.
»Por lo tanto, como medio hábil, El Que Así Llega dice: “Monjes, debéis saber que es algo extraordinario vivir en la misma época en que aparece en el mundo alguno de los budas”. ¿Por qué actúa así? Porque podrán pasar inconmensurables cientos, miles, decenas de miles, millones de kalpas para las personas de virtud superficial, teniendo algunos la posibilidad de ver a un buda, y otros sin tenerla jamás. Por esta razón, les digo: “Monjes, es muy difícil llegar a ver a El Que Así Llega”. Cuando los seres escuchan estas palabras, sin falta comprenden la dificultad de encontrarse con un buda. En su mente, entonces, albergan una profunda añoranza; ansían contemplar al Buda, y se aplican a plantar buenas raíces. Por tal razón, El Que Así Llega habla de pasar a la extinción, aunque en realidad no se extingue.
»Buenos hombres, los budas, Los Que Así Llegan, actúan todos de tal modo. Ya que actúan para salvar a los seres vivos, todo cuanto hacen es verdadero y nada es falso.
»Supongamos, por ejemplo, que hay un excelente médico, sabio y entendido, que conoce el arte de la farmacopea para curar eficazmente toda clase de enfermedades. Tiene muchos hijos, acaso diez o veinte, o tal vez cien. Un día, se marcha a una tierra lejana a atender determinado asunto. En su ausencia, los hijos beben una pócima venenosa que les causa un dolor indescriptible y los hace retorcerse en el suelo.
»En ese momento, el padre regresa al hogar y descubre que sus hijos han bebido veneno. Algunos están completamente enajenados; otros, no. Al ver que su padre ha vuelto desde tan lejos, todos sienten una inmensa alegría, se arrodillan y le dicen entre súplicas: “¡Qué bueno que hayas regresado a salvo. ¡Hemos sido muy necios! ¡Hemos bebido por error una pócima ponzoñosa…! ¡Te pedimos que nos cures y nos permitas seguir viviendo!”.
»Al ver semejante aflicción en sus hijos, el padre comienza a preparar diversas recetas. Junta excelentes hierbas medicinales que reúnen  todos los requisitos de color, fragancia y sabor, las muele, las tamiza y las mezcla. Y mientras da una dosis de este medicamento a sus hijos, les dice: “Es un remedio sumamente eficaz: reúne todos los requisitos de color, fragancia y sabor. Tomadlo y pronto sentiréis alivio, y quedaréis a salvo de toda enfermedad”.
»Los hijos que no han perdido el sano juicio pueden ver que se trata de un buen remedio, de excelente color y fragancia, de modo que lo beben de inmediato y logran curar su enfermedad por completo. Los que han perdido el juicio se sienten también felices de ver regresar a su padre y le suplican que dé cura a su enfermedad, pero cuando este les da el remedio, rehúsan tomarlo. ¿Por qué? Porque el veneno ha penetrado en profundidad y su mente ya no funciona como antes. Así pues, aunque el medicamento tiene excelente color y fragancia, ellos no lo perciben como algo benéfico.
»El padre piensa: “¡Mis pobres hijos! Su mente desvaría por completo, perturbada por el veneno que han ingerido. Aunque están felices de verme y me piden que los cure, se niegan a tomar este estupendo remedio. Debo recurrir a algún medio hábil para inducirlos a beber la poción”. Por eso, les dice: “Debéis saber que ya estoy viejo y cansado, y que se acerca la hora de mi muerte. Aquí os dejo este buen medicamento. Debéis tomarlo y no preocuparos pensando que no os curará”. Luego de impartir tales instrucciones, se marcha a otra tierra, desde donde envía un mensajero a su hogar para anunciar: “Vuestro padre ha muerto”.
»En este momento, al escuchar que el padre los ha abandonado y que está muerto, los hijos se entregan a una profunda congoja y, consternados, piensan: “Si nuestro padre estuviera vivo, se condolería de nosotros y se ocuparía de que no nos faltase protección. Pero ahora nos ha abandonado. Ha muerto en otra tierra lejana. ¡Nos hemos quedado huérfanos y desamparados, sin nadie a quien recurrir!”.
»A fuerza de penar y de sufrir, por fin recuperan el juicio y se dan cuenta de que el remedio posee, en realidad, excelente color, sabor y fragancia. Entonces se deciden a tomarlo; y es así como desaparecen todos los efectos del veneno. Al enterarse de que sus hijos se han recuperado, el padre regresa al hogar de inmediato y se presenta nuevamente ante ellos.
»Buenos hombres, ¿cuál es vuestra opinión? ¿Podría alguien decir que este buen médico es culpable de haber mentido?

—No, Honrado por el Mundo.
—Lo mismo ocurre conmigo —dijo el Buda—. Han transcurrido inconmensurables, ilimitados cientos, miles, decenas de miles, millones de nayutas de asamkhyas de kalpas desde que yo logré la Budeidad. Pero, en bien de los seres vivos, empleo el poder de los medios hábiles y digo que me dispongo a entrar en la extinción. Sin embargo, en vista de las circunstancias, nadie puede decir que yo sea culpable de decir mentiras o falsedades.
En ese momento, deseoso de manifestar su intención una vez más, el Honrado por el Mundo habló en verso y dijo:

—Desde que yo logré la Budeidad,
el número de kalpas transcurridos
es de inmensurables cientos, miles,
decenas de miles, millones, billones de asamkhyas.
Constantemente he predicado la Ley,
he enseñado y convertido a incontables millones de seres vivos,
haciéndoles entrar en el Camino del Buda,
y todo esto, a lo largo de kalpas incalculables.
Para salvar a los seres vivos, como medio hábil
doy la impresión de entrar en el nirvana,
pero en realidad no paso a la extinción.
Siempre estoy aquí, predicando la Ley.
Siempre estoy aquí,
recurriendo a mis poderes trascendentales;
lo hago para que los seres vivos, en su confusión,
no me vean ni siquiera cuando estoy cerca de ellos.
Cuando la multitud ve que he pasado a la extinción,
todos hacen ofrendas a mis reliquias, en cada dirección.
Todos albergan añoranzas
y, en su corazón, ansían poder contemplarme.
Cuando los seres vivos han llegado a ser verdaderamente fieles,
honestos y rectos, de bondadosa intención,
con el único pensamiento puro y sincero de ver al Buda
sin vacilar aunque ello les costara la vida,
entonces yo y la asamblea de monjes
aparecemos juntos sobre el sagrado Pico del Águila.
En ese momento, digo a los seres vivos
que siempre estoy aquí, que nunca entro en la extinción,
pero que, a causa del poder de los medios hábiles,
a veces parezco extinguirme, a veces no,
y que si hay seres vivos en otras tierras,
sinceros y reverentes en su deseo de creer,
en tal caso también entre ellos
predicaré la Ley insuperable.
Pero vosotros no sabéis nada de esto,
y suponéis que yo he entrado en la extinción.
Cuando contemplo a los seres vivos,
los veo ahogarse en un mar de sufrimientos;
por eso, no me muestro,
y despierto en ellos el deseo de encontrarme.
Entonces, cuando su corazón se colma de ansias,
por fin aparezco y predico la Ley en su beneficio.
Tales son mis poderes trascendentales.
Durante asamkhyas de kalpas,
he morado constantemente en el sagrado Pico del Águila
y en muchos otros lugares.
Cuando los seres presencian el fin de un kalpa
y todo es consumido en un gran incendio,
esta, mi tierra, permanece a salvo y en calma,
siempre colmada de seres humanos y celestiales.
Variadas clases de gemas adornan sus recámaras y pabellones,
sus jardines y bosques.
Hay árboles enjoyados, henchidos de flores y de frutos,
bajo los cuales, plácidos, gozan los seres vivos.
Las deidades baten tambores celestiales,
e interpretan sin pausa música de diversas clases.
Llueven flores de mandarava
que se esparcen sobre el Buda y sobre la gran asamblea.
Mi tierra pura no es destruida,
pero la multitud ve que el fuego la consume
y cunden la angustia, el temor
y toda clase de sufrimientos.
Estos seres vivos, con sus diversas faltas,
mediante causas derivadas de sus malas acciones,
pasan asamkhyas de kalpas
sin escuchar siquiera el nombre de los tres tesoros.

Pero  quienes practiquen caminos meritorios
y sean bondadosos, pacíficos, honestos y rectos,
todos ellos me verán
aquí, en persona, predicando la Ley.
En ocasiones, para esta multitud
describo la duración de la vida del Buda como inmensurable,
y a los que ven al Buda solo al cabo de un largo tiempo
les explico lo difícil que es encontrar a un buda.
Tal es el poder de mi sabiduría,
cuyos rayos sagaces esplenden sin medida.
Como resultado de una larga práctica,
he adquirido esta vida, que dura incontables kalpas.
Vosotros, que poseéis sabiduría,
¡no alberguéis dudas al respecto!
¡Erradicadlas, ponedles fin para siempre,
pues las palabras del Buda son verdaderas, y nunca falsas!
Él es como un diestro médico
que emplea un medio hábil para curar a sus hijos extraviados.
Aunque, en realidad, está vivo, manda decir que ha muerto;
y así y todo, nadie puede afirmar que haya cometido falsedad.
Yo soy el padre de este mundo
y salvo a los que sufren y viven en la aflicción.
A causa de la confusión de la gente común,
aunque vivo, hago correr la voz de que he entrado en la extinción.
Pues si las personas me vieran constantemente,
su corazón se llenaría de arrogancia y de egoísmo.
Lejos de todo autocontrol, se entregarían a los cinco deseos
y caerían en los malos senderos de la existencia.
Siempre sé perfectamente cuáles seres vivos
practican el Camino y cuáles no,
y en respuesta a su necesidad de salvación,
predico para ellos diversas doctrinas.
Mi pensamiento constante es
cómo hacer para que los seres vivos
accedan al Camino  insuperable
y adquieran rápidamente el cuerpo de un buda.